Ha pasado casi una hora y ya no
se oyen las voces procedentes del interior del piso; una discusión a gritos que
ha alertado a todos los vecinos del pequeño edificio situado al fondo de la
calle, en la esquina con la Plaza de la Fuente. El silencio es ahora tan espeso
que se hace difícil respirar en su atmósfera, atrapados por esa incómoda
presencia, que oprime la garganta y no permite que emerjan las palabras. Unas
palabras que momentos antes salían a borbotones de ambas bocas, altivas,
empapadas del desprecio con el que se viste el rencor acumulado, hiriendo el
orgullo de su oponente con su incandescente veneno, apuntando directamente a
las heridas que siempre dejan la culpa y la debilidad.
Él permanece sentado en el borde
de la cama, cabizbajo, con las manos sosteniendo el peso de la cabeza, tratando
de perderse con la mirada entre el laberinto de los dibujos de la alfombra.
Ella humedece un pañuelo de color negro con su llanto mientras escucha de fondo
el bullicioso ir y venir de la gente en la calle, que transita viviendo ajena
al dolor y a la rabia que se desarrollan en esa cárcel de tristeza. Exhaustos
por la batalla de sentimientos y el odio vertido en cada frase, han decidido
por agotamiento pactar una tregua que lleva implícito el mutismo; un paréntesis
que contempla el cese de las hostilidades, en forma de frases y amenazas, que
no han dejado de perforar los cimientos de su relación; unos años en común de los que apenas quedan algunos recuerdos en pie. Tratando de evitar los ojos de su
contrincante, a riesgo de caer por un segundo bajo el atisbo de la debilidad,
de una esperanza ante la que calentarse con los rescoldos del pasado. No, eso no
puede suceder, piensan, mientras su instinto de protección trata de recuperar
porciones de dignidad que se han desplomado por el camino. Encerrados frente a
frente en el reducido espacio de una habitación que desprende olor a fracaso,
deseando escapar hacia donde les lleve la esperanza, lejos de ese antro
macilento y frío.
Pasan los minutos, remedando
horas repletas a cada segundo de incertidumbre, tensión e impotencia. Las voces
siguen apagadas, desgarrando con su ausencia la tenue frontera que separa la
redención de la condena. Ninguno se atreve a dar el primer paso, avanzando de
manera inexorable hacia un “punto de no retorno” en el que muy probablemente
dará comienzo otra vida, otra aventura, dado el carácter irreversible de una
disputa que, a todas luces, se antoja definitiva. No importa el motivo de la
misma; es algo secundario cuando la convivencia se ha erosionado hasta tal
punto que el deterioro afecta a todas las esferas y a todos los ámbitos de una
vida que ya no es tal. No ha lugar para una frase más; no cabe más dolor ni
brotan ya más lágrimas…
Consciente de estar asomado al
abismo y aferrado a una última esperanza, él se incorpora y tiende su mano, tratando de no quemarse bajo el
resplandor de unos ojos cuyas pupilas son dos ascuas que miran sin mirar,
preguntándose por qué era necesario llegar hasta ese punto, hasta la cima del
dolor que supone la ruptura, el alejamiento, la desunión de un todo que ahora
es irreconocible. Ella traga un nuevo sorbo de su orgullo y se acerca despacio, respondiendo al ofrecimiento, de modo que él pueda abrazarla, todavía sentado,
entrelazando los brazos en la parte inferior de su espalda y apoyando la cabeza
en su vientre. Casi de modo inaudible, para no perturbar con su sonido el denso
y viciado aire que todavía rellena la habitación, de sus labios se despoja un “lo
siento” rebosante de sinceridad, que muere entrecortado entre sollozos y
suspiros en común.
El calor de la tarde se apacigua
y la ventana deja entrar una luz perezosa, perdido ya el sol tras la colina en
la que tantos días jugaron a intercambiar sus corazones. Hoy han caminado
descalzos sobre el agudo filo de la soledad, bordeando de nuevo territorios
inhóspitos en los que la palabra “amor” ha sido desterrada; hoy el fantasma de
la derrota ha sobrevolado sus cabezas, ensombreciendo con su cruel silueta cualquier
solución desesperada. Hoy termina el día con una boca buscando a la otra,
deseosa de reparar con creces el daño impartido con cada una de las palabras. El
“hoy” echa de menos al “mañana” deseando que pasen las horas consumidas en
común, cobijados bajo una pasión sin límites, producto de los momentos de tensión
acumulada. El pasado reciente es sepultado bajo el enorme peso de una caricia. Lo que suceda a partir de ahora, al menos hasta el próximo
enfrentamiento, no importa…
10 comentarios al respecto...:
las palabras hirientes,no son buenas para comunicarse,buen relato gracias.
Bueno, parece que todavía queda pasión y buenos sentimientos en esta pareja, aunque no saben enfocar sus diferencias de una manera tranquila y pacífica pero... ¡¡todo es aprender!!. No es imposible. Cuesta trabajo pero con ayuda siempre es más fácil.
"Una palabra mas palabra
mas rotunda que otra
no me atorda ni un gramo de verdad
seguro que solo queria demostrar
esa inseguridad que me devora
aqui ahora de nuevo otra vez.
He vuelto ha sobrepasar
el limite que pude soportar
y de esta no salgo vivo
si me perdonas si me das
otra oportunidad ... amor
Prometo escribirte una cancion
diciendo que ahora ofrezco la derrota
pero solo si me perdonas...
Te he pedido demasiada atencion
y tienes cosas en que pensar
solo te queria recordar
que sin ti yo no soy nadie.
Tengo un plan que no me puede fallar
y no hay tiempo que perder
para perder de nuevo en pie
los escombros que nos restan
si me perdonas si me das
otra oportunidad ...amor
Prometo escribirte una cancion
diciendo que ahora ofrezco la derrota
pero solo si me perdonas
si me perdonas si me das
otra oportunidad ...amor
Prometo escribirte una cancion
diciendo que ahora ofrezco la derrota
pero solo si me perdonas"
"Sólo si me perdonas" - Bunbury
Besooooooooo
Las palabras hirientes en sí son cualquier cosa menos una manera de comunicarse, Carmen. Es nuestro lenguaje corporal, el contexto en el que las pronunciamos, el estado de ánimo, las experiencias previas... La suma de todo eso es lo que sí comunica, aunque no siempre seamos capaces de emplear las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos.
Gracias por tu crítica y por tu comentario. Un saludo!
Las discusiones de este calibre siempre se cobran un precio. Sea como sea, la relación se va deteriorando y avanzas hacia un punto en el que la tolerancia y la reversibilidad están cada vez más difuminadas. La clave radica en intentar no tener demasiados episodios de este tipo. O bien como tú dices, ser capaz de arreglarlo con la propia pasión de la relación: una buena fuente a la que recurrir para calmar la sed que nos provoca la ira...
Gracias por la letra d esa canción. Me ha parecido preciosa...
Un besazo!
Y yo me pregunto: ¿Podrán seguir así durante mucho más tiempo?.
Las discusiones (las de palabras "duras") siempre dejan huella.
El final de este relato nos deja un atisbo de esperanza. ¿Pero una esperanza real o ficticia...?
Aferrarse a lo que hubo, quizás no siempre sea la solución, porque como alguien dijo una vez: "Las relaciones son como un vaso. A veces es mejor dejar que se rompan que tratar de herirte a ti mismo juntándolas de nuevo".
"Voices" de Paul Cardall es mi canción para este relato.
http://www.youtube.com/watch?v=K4uj_YI8-xQ
Un saludo.
Creo que has hecho la pregunta clave, Lino. Mi opinión es que al menos existe una esperanza, aunque poco a poco se vaya debilitando y cada vez sea más pequeña: ese tipo de enfrentamientos la va mermando y, en caso de repetirse más a menudo, acabarán por hacerla desaparecer por completo. Tengamos "esperanza" en que eso no ocurra...
Gracias otra vez por la canción y el comentario.
Un abrazo!
Escuchando hoy la canción de Pink con el cantante de Fun recordé este relato. Creo que también le va al pelo
Just give me a reason
Just a little bit's enough
Just a second we're not broken just bent
And we can learn to love again
Un besoooooooooo
Tienes razón, Mery. La canción le va muy bien a esta pequeña historia. No había caído, y eso que la canción de Pink la he escuchado muchísimo y me parece preciosa. Mismo tema, mismo desacuerdo, mismas discusiones...
Gracias por recordarla y traerla hasta aquí.
Un besazo!
Nada peor que sentir que te hundes y encontrar una mano en tu cabeza que te hunda más rápido, nada peor que tu desespero sea criticado y que tu esfuerzos sean ignorados. Nada peor que se nos acaben las fuerzas.
Cuando se trata de esa situación, la única salida es poner punto y final. Nadie merece que le empujen más hacia el fondo cuando se está hundiendo. Se acabó, aquí y ahora...
Gracias por tu comentario. Un saludo!
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