30 de mayo de 2012

SOY ASÍ


Llegó a casa más tarde que de costumbre, cuando la noche asomaba su oscura presencia al doblar la esquina de la calle. La jornada en el trabajo había sido algo así como una lucha encarnizada en una batalla que dejó bastantes secuelas en su estado físico y psicológico. Era una mujer fuerte y bien posicionada en su empresa, pero un par de meses caóticos la habían convertido en esclava de su trabajo, relegando su vida personal a un segundo plano en el que no se sentía del todo cómoda.  
Entró en su apartamento y tiró el bolso en el suelo, se descalzó lanzando cada zapato a una esquina del salón y se dirigió al baño mientras se desnudaba, dejando la ropa desperdigada por el camino; improvisó una ducha rápida para volver a la normalidad y confirmar después que, en esa casa oscura y triste, nadie podría interrumpir sus momentos de ocio al final del día.
Preparó una cena frugal y continuó comiendo con cierta desgana al mismo tiempo que encendía su ordenador portátil. Había esperado todo el día para comprobar si ese correo que tanto deseaba aparecería en su buzón de entrada. Tuvo que beber un buen trago de zumo de naranja al ver su nombre, resaltado en negrita, en la bandeja de e-mails "no leídos" de su correo electrónico. El doble clic fue instantáneo. Se concentró en la pantalla y comenzó a leer:

“Hola!
Disculpa por no haber podido responder antes a tu correo. Ando a mil. Para ser sincero, tengo que reconocer que me he sentado un par de veces ante el teclado, pero no era capaz de escribir nada acerca de lo que me habías solicitado. Siempre es difícil hablar de uno mismo… Pero hoy me he decidido a hacerlo de una vez. Me has pedido que te hable de mis gustos, mis preferencias, mis manías… Nos conocemos solamente de manera virtual y los correos van y vienen en ambas direcciones. Espero que estas palabras sirvan para que sepas algo más sobre mí. Son pequeños detalles, banales incluso, pero resumen cierta parte de mi vida que pocas personas conocen.
Un saludo”

El correo adjuntaba un archivo cuyo nombre no dejaba lugar a dudas sobre su contenido: “Soy así.doc” Abrió el documento de texto y sintió que la curiosidad y la impaciencia perforaban su estómago con una sensación de dolor y nerviosismo:

“Soy ordenado; extremadamente ordenado incluso. No puedo comenzar el día sin un buen zumo de naranja natural. No soporto tener sucios los cristales de las gafas y, si estoy en casa, suelo embadurnarme en agua de colonia de bebé tras ducharme. Mato por el arroz en cualquier modalidad y por una Coca Cola (sin hielo y sin limón, por favor) pero no acabo de verle la gracia al café y a la cerveza. Necesito desconectarme del mundo con una pequeña siesta en el sofá (si se puede…) y cuando veo la tele me gusta que el volumen esté un poco más alto de lo normal. Duermo de lado pero adoro dormir boca abajo, sin pijama y con una botella de agua en mi mesilla de noche. Escucho música a todas horas y especialmente mientras cocino. No tolero el agua muy caliente en la piel ni los alimentos o bebidas muy calientes en la boca. Suelo estar descalzo cuando estoy en casa y siempre con la puerta cerrada a cal y canto. Prefiero la cena al almuerzo y el tren al avión. Disfruto con objetos de decoración multicolores y no sé vivir sin saber la hora que es a cada instante.
Aprecio un buen apretón de manos o un abrazo sincero y suelo mirar a los ojos cuando hablo. Me gusta el olor a canela y a limón, el pan y los yogures de todas las clases; hablo por los codos y nunca trato de regatear una sonrisa. Comienzo a leer el periódico por la última página, escribo con bolígrafos de punta fina y me sonrojo con facilidad ante situaciones comprometidas. Tengo cierta aprensión a los espacios cerrados y me asusta la idea de sufrir un accidente de tráfico. No soy hábil con las manualidades y detesto los juegos de cartas. Intento planificar mi día a día pero no siempre lo consigo y llevo unas cuantas semanas trastornado por tus correos y tu maravillosa manera de ver la vida…”

Releyó un par de veces el contenido del archivo y respiró profundamente. Era casi medianoche y la música que había elegido para relajarse enmascaraba el sonido de la lluvia y el viento tras las ventanas. Ahora ya tenía mucho más claro que quería conocer de cerca a aquel hombre al que hasta ahora no había visto. Y comenzó a escribir, respondiéndole, mientras imaginaba el lugar ideal para su primera cita cara a cara.     

13 de mayo de 2012

NO ES JUSTO


La puerta se ha vuelto a cerrar mientras se iba y mis ojos se quedaban agarrados a su sonrisa. De nuevo sola, abandonada por las prisas y la urgencia de otra vida que me gana día a día la partida. Huérfana de su presencia, que lo llena todo a cada segundo, hasta el punto de hacerse difícil respirar con él a mi lado. Ahogada en el silencio de estas cuatro paredes que ya dudan si la compañía será humana o mineral, pues cada día que transcurre dentro de la cárcel que tengo por casa torna más mi existencia en dura piedra. Malhumorada hora tras hora, vomitando excusas vanas para justificar el sabor del fracaso y revolviéndome ante lo miserable que se vuelve el tiempo que no comparte conmigo.
Lo único cierto es que se ha ido, arrastrando consigo en su salida toda la alegría que me transfunde simplemente con tocarme. Debe ser cosa de la anemización consecuente, pero ahora que lo noto lejos, hasta creo que ha mudado el color de las paredes. Da igual, una vez que su olor desaparece, cae en picado mi autoestima y con ella toda intención de practicar cualquier actividad que gaste más de una caloría. Tan sólo soy capaz de pensar… y hoy hasta eso me cansa. Es bastante probable que lo que me queda de día lo pase incrustada en el sofá, dejando transcurrir los minutos que faltan hasta volver a sumergirme en sus caricias. Incluso no descarto hablar sola, para prometerle a esa silla que me mira amenazante que mañana será distinto… y se quedará hasta más tarde. Es tanta su influencia y tan maravillosa su forma de ser que hasta los muebles lo echan de menos. Se nota que les falta su presencia.
Hoy he deseado más que nunca encontrarlo al doblar la esquina de mi cama, tan vacía como un estadio de fútbol un lunes por la mañana. La felicidad consiste únicamente en percatarse de que sigue ahí cuando los ojos ya no obedecen tus órdenes y te vas al mundo de los sueños, con la convicción de que su mano te podrá rescatar del monstruo más abominable. Sin embargo, lo único que he conseguido es una almohada fría y triste y un vacío que pide a gritos su cuerpo.
No importa; seguiré esperando su llegada, para que sus palabras reparen las heridas de un corazón que apenas responde si no es ante su voz. Esta vez las mentiras serán más amargas y su cuerpo guardará todavía el olor del engaño. Quizás algún día me atreva a decirle que lo sé; que no soy la única que oye sus jadeos y siente su boca. Quizás el día que deje de quererlo…   

12 de mayo de 2012

MIRROR MIRROR ON THE WALL...

Versión extendida del tráiler de la película "Blancanieves y la leyenda del cazador", que se estrenará en España el 1 de Junio. Kristen Stewart (no hará falta presentación para los aficionados a la saga "Crepúsculo")  es Blancanieves, ayudada en este caso por el cazador, papel interpretado por Chris "Thor" Hemsworth. Y una Reina Malvada a la que da vida Charlize Theron, tan bella y sensual como nunca...

  

10 de mayo de 2012

SIMIOCRACIA

De nuevo Aleix Saló nos trata de explicar, arrancándonos una sonrisa, cómo se gestó la crisis en nuestro país. Muy recomendable, tanto para los que ya hayan visto su vídeo anterior, "Españistán: de la burbuja inmobiliaria a la crisis" como para los que descubren por primera vez a este genial escritor y dibujante.
 

8 de mayo de 2012

TIEMPO


Había llegado puntual aquella tarde a su cita en la consulta de un afamado cirujano. Una secretaria lo había acompañado amablemente hasta la sala de espera, en donde el tiempo se ralentizó entre conversaciones susurradas, hilo musical y aquel olor “a hospital” que tan malos recuerdos acarreaba. Siempre había tenido la impresión de que la sala de espera de cualquier médico era fría, aburrida y desesperante; además, haciendo honor a su nombre, la “espera” y los minutos –a veces horas- pasaban lentos y la impaciencia se sumaba a la desazón que provocaba ese diagnóstico a punto de ser revelado o esa analítica que pondría nota a nuestro estado de salud. Trató de acomodarse en aquellas sillas vencidas por tantas horas de incertidumbre y decidió bucear entre el desordenado montón de revistas que se desparramaba sobre la mesa; tras elegir una al azar, comenzó a leer con la mente puesta en otro lugar.
El ambiente cargado y el calor pegajoso de aquella habitación aséptica hicieron que, por un instante, se le nublara la vista. Tras un par de inspiraciones profundas optó por cerrar los ojos y evadirse, retrotrayéndose a una época no tan lejana. Un tiempo en el que sintió que pertenecía a alguien; un tiempo en que cualquier lugar era mejor y cualquier palabra era la adecuada…
Recordó tardes fugaces, desgranando conversaciones con un amor del que no podía desprenderse. Noches en las que hubiera deseado parar los relojes para disponer de más tiempo, con el corazón abierto de par en par. Y un primer beso que, visto desde la distancia, planteaba la cuestión de si seguía siendo joven, o bien demasiado viejo como para dudar de sus sentimientos. Perdiendo el tiempo entre sus caricias, para descubrir finalmente qué significaba vivir.
Y duró poco tiempo. Sobró un domingo; un maldito domingo en el que no tuvo más lágrimas para llorar y la sonrisa dejó de ser gratuita. Ese día comprendió que la salud era algo muy endeble y el azar, caprichoso y selectivo, se la llevó para siempre con la excusa de una enfermedad súbita e inexplicable que le había tocado en la ruleta de la vida.
Una enfermera con gesto serio, uniformada completamente de blanco, apareció tras la puerta del despacho y por un momento todos los presentes en la sala desearon que pronunciara sus nombres. Era su turno y así se lo hizo saber con una mirada y un gesto que lo invitaba a entrar.
Un informe radiológico con terminología médica y una conversación con el doctor más tarde fueron suficientes para confirmar que su futuro no superaría los seis meses. Y recordó el azar, jugando a la lotería con su vida; comprobando de manera cruel que había apostado al mismo número que su amada compañera, tan solo separado por unos años de distancia. Y se imaginó más joven, sentado frente a una playa al atardecer, empezando de cero sin temor a lo que pudiera ocurrir. Esperando una oportunidad; esperando a que ella viniera y lo encontrara… para seguir perdiendo el tiempo.    
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