Resulta curioso: eres la misma
pero ya no te veo igual… Ayer llegaste al trabajo y percibí algo diferente
cuando me saludaste: un gesto espontáneo, una ligera variación en tu mirada y
en el tono de tu voz; incluso el propio hecho de que pasases a mi lado y me
dedicases un “buenos días” ya era atípico por sí mismo. No podría asegurar el
qué, pero te notaba distinta, peculiar, resultado de una metamorfosis extraña
que hubiera multiplicado tu magnetismo hasta límites irresistibles. Debo
reconocer que me sentí halagado por tu breve e inesperada atención, que convirtió
una mañana anodina en todo un reto para volver a coincidir contigo en las
siguientes horas allí encerrados, entre papeleo, ordenadores y llamadas
telefónicas.
Me hubiera gustado saber si todo
eso era fruto de mi imaginación, o bien obedecía a un deliberado cambio de
actitud en tu manera de tratar conmigo. Lo cierto es que, esa misma tarde,
entraste en mi despacho arrasando a tu paso, con tu sonrisa, toda forma de vida
inteligente en el planeta. “¿Quién te has
creído que eres para poner patas arriba ese frágil equilibrio senti-mental en el
que sobrevivo a duras penas?” pensé yo, mientras trataba de recomponer en
mi cerebro el puzle de emociones que tu presencia había desbaratado. Siempre
habías estado ahí, discreta, neutral, incluso áspera a ratos… pero siempre
también guapísima y poseedora de un atractivo fuera de rango. Y ahora, entras a
saco por la puerta falsa de mi corazón, haciendo saltar todas las alarmas
anti-enamoramiento, seduciendo mi torpeza y sonriendo ante mis meteduras de
pata, para provocar fuegos artificiales en mi confuso pensamiento y hacerme sentir
que no tenga otra cosa en la cabeza que la ilusión de pasar el próximo fin de
semana lloviéndote a besos, contemplándote empapada por tormentas de caricias,
sin más lugar en donde cobijarte que en la seguridad de mi abrazo.
No, no es posible un cambio tan
pronunciado en tan corto espacio de tiempo; he debido ser víctima de una
ilusión adolescente, columpiándome en el trapecio sin red de tu sensual manera
de caminar por la oficina y desatendiendo tu conversación al contemplar el hipnotizante influjo de tus labios, que moldean palabras y frases en las que el
significado es lo de menos. Si hasta hace pocas semanas pasaba desapercibido
ante tus ojos, con la esperanza de que al menos te fijaras en mi nueva camisa o
ensalzaras el buen gusto en la elección de mi corbata. Pero siempre acababa con
la impresión de tener el don de la invisibilidad al estar a tu lado; un ser
transparente que no merecía más atención que la de esquivar su presencia al
encontrarse frente a él por un pasillo. Ahora, desde hace unos cuantos días,
buscas mi conversación y mi compañía, sin ser consciente del descalabro
emocional que suscitan en mi existencia los minutos a tu lado, tratando de
respirar ahogado entre tanta belleza mientras contemplo la posibilidad de una
noche perfecta a la vuelta de la esquina. Definitivamente, algo se me escapa y
no acabo de adivinar el qué…
Hoy han venido al trabajo un par
de agentes de policía acompañados de mi psiquiatra. No comprendía nada, pero me
llevé una gran sorpresa cuando se dirigieron a la cafetería, en donde me
encontraba hablando tranquilamente contigo y me comunicaron que estaba detenido
por acoso sexual e intento de agresión a una compañera de la oficina. Como no
podía ser de otra manera sostuve mi inocencia, convencido de que se trataba de
un grave error. El doctor mencionó algo acerca de las consecuencias “de un
grave deterioro de la evaluación de la realidad…” y de mi reiterada costumbre
de abandonar el tratamiento. Reconozco que llevaba bastante tiempo sin tomar
mis pastillas, pero tenía que dejarlas: ese litio desconcierta mi mente de
manera progresiva, me provoca temblores y creo que estoy ganando peso y
perdiendo pelo desde que me lo recetaron. Pero lo que de verdad más me extrañó
fue tu reacción; sigo sin encontrarle una explicación a tu modo de mirarme y al
hecho de que no me dijeras ni una palabra cuando pasé a tu lado, esposado,
camino del hospital. Definitivamente, a las mujeres no hay quien las entienda…