Un escenario nada apetecible: tráfico
imposible, la ciudad colapsada por coches con prisas y las calles rebosantes de
gente a la búsqueda de ese regalo para el que ya no queda tiempo. El fin de
semana previo al día de Reyes era lo más parecido al caos que aquella pequeña
ciudad había experimentado en los últimos meses. Y él se encontraba en medio de
toda la algarabía, deseando haberse quedado en casa en lugar de salir para
realizar esas compras navideñas de última hora, que tantos quebraderos de
cabeza le habían provocado en otras ocasiones. El problema radicaba en que se
lo había prometido a su hermana: tenía que encontrar ese juguete que su sobrino
había pedido con tanto ahínco. Enseguida dedujo que ese año no podía
decepcionar sus ilusiones apareciendo en casa con una camiseta o unos zapatos.
Había que lanzarse al bullicioso mundo de los centros comerciales y las
jugueterías, a la caza de aquel juego de mesa tan especial para Pablo como
escaso y complicado de encontrar para él.
Había recorrido media ciudad con
la decepción como compañera y una frase repetida una vez tras otra: “está agotado” Nunca se imaginó que
tantas personas hubieran tenido la misma idea y acabasen por adquirir todos los
ejemplares del maldito juego que se le había antojado a ese ahijado por el que
siempre había sentido especial predilección. Sobre todo, teniendo en cuenta que
sus futuros hijos no habían llegado todavía al mundo… Eso, si es que alguna vez
se decidía a tenerlos, porque en ese momento ni siquiera compartía su vida con
una mujer. Una ruptura sentimental bastante traumática con su anterior pareja
había dejado una estela de decepción y desencanto que todavía no se había borrado,
a pesar del paso de los años. Ahora estaba inmerso en un periodo diferente, en
el que se había volcado en su profesión viajando a través de la vida en
soledad, sin el anhelo de compartir besos y sonrisas con nadie en especial; “al menos hasta que llegue esa persona por
la que valga la pena ver la vida de otra manera” solía pensar, no demasiado
convencido de que ocurriese.
La última tienda de juguetes en
la que entró, casi derrotado de antemano, parecía un campo de batalla: padres
desesperados ahogándose entre discusiones y dudas, niños con los ojos fuera de
sus órbitas y un ambiente general de celeridad y apremio que hubiera puesto los
pelos de punta al más calmado. En medio de semejante desbarajuste se encontraba
él, protegido tras sus auriculares, en los que sonaban los grandes éxitos de
U2. De pronto, apareció el tesoro en una estantería: casi sin querer, tropezó
con la joya que tanto andaba buscando, escondida entre un peluche gigante y la
caja de un robot parlante con cara de pocos amigos. Se apropió del juguete sin darle demasiada importancia a su
hallazgo, para no levantar sospechas, dirigiéndose hacia la caja con la
satisfacción del deber cumplido, a pesar de la agotadora investigación.
La cola en la zona de pago era
bastante larga, con lo que se armó de paciencia mientras pensaba que Pablo iba
a ser uno de los niños más felices en esa mañana mágica, en la que solamente
ellos son los protagonistas. Su reproductor musical había hecho una pausa entre
canción y canción, con lo que pudo escuchar una voz que le resultó muy
familiar: unos metros más adelante, en esa misma fila que esperaba a abonar sus
compras, una pareja alternaba frases con risas, sin separar sus ojos el uno del
otro, regalándose de vez en cuando un beso que desprendía felicidad por babor y
estribor. Nada más ver la escena, pulsó el botón de “stop” para eliminar la
música de sus oídos; hubiera deseado tener otro para ralentizar la taquicardia
que nublaba sus pensamientos: quería que todos sus sentidos estuvieran
concentrados en contemplar a aquella mujer. Sí, era ella, su última compañera,
su anterior pareja, su “ex”, así, sin apellido. No la había vuelto a ver desde
la noche en que decidieron dejarlo, tras varios días de discusiones y
sufrimiento innecesario. Ahora estaba rodeada por otros brazos y sonreía al
lado de otro hombre que se desvivía en atenciones hacia ella, mientras
compraban algún regalo en el mismo lugar en el que el destino los había hecho
coincidir. Su perplejidad fue neutralizada por una anciana que, detrás de él en
la fila de gente con regalos, le tuvo que recordar que debía avanzar para poder
pagar su preciado juguete. La tarde de compras había tenido un desenlace para
el que no estaba preparado, ni en su mente ni en su corazón.
Continuó contemplando a la feliz
pareja durante un buen rato. Un sentimiento de envidia recorría su mente, pero
al mismo tiempo algo en su interior le advertía de que solamente él era el
culpable de que aquella escena se estuviera representando ante sus ojos.
Recordó momentos de su relación con ella, en los que su comportamiento no
era, ni mucho menos, para sentirse orgulloso: vendiendo caras sus emociones,
regateando frases de cariño, mostrándose cicatero con sus besos e intransigente
con los deseos que ella solicitaba… El resultado no podía ser más obvio: cansada de dar, sin recibir nada a cambio, ella decidió abandonar el barco dejándolo solo en su aventura a la búsqueda del amor. No había duda de que ahora
aparentaba encontrarse mucho más contenta.
Salió de allí con su regalo y una
incómoda desazón ante el encuentro que acababa de experimentar, aunque más bien
había sido un desencuentro consigo mismo. De camino a casa, cayó en la cuenta
de que todavía no había escrito su carta a los Reyes Magos. Después de aquella
tarde, este año tenía muy claro lo que les iba a pedir: humildad, paciencia,
sencillez y modestia. Grandes dosis de esas cuatro características, para no
volver a decepcionar a esa persona que, escondida tras algún día de algún mes
de ese nuevo año, le haría ver seguro la vida de otra manera. Y dejando caer
una sonrisa, apuró el paso convencido de que, por fin, Sus Majestades iban a
acertar con el regalo más adecuado.
4 comentarios al respecto...:
¡¡¡OJALÁ SE LO CONCEDAN!!!
Bienvenidas esas relaciones que, aunque fallidas, siempre nos aportan algo... y si es querer mejorar pues entonces es que han sido de las mejores.
Me ha requetechiflado el relato. Casi sentí estar ahí, con el barullo de "juguetilandia" y he visto cómo se le congelaba la cara del protagonista para después dar lugar a una sonrisa de ilusión y esperanza. La próxima relación la vivirá de otra manera, ¡¡estoy segura!!
"No fue bueno, pero fue lo mejor.
Todo o casi todo salió de otra manera.
Quién no desearía
poder ser otro en quién confiar,
por quién dar su brazo a torcer?
Y ser de cualquier modo distinto.
Sea como quieran, siempre lo que quieran"
Como tú bien has dicho en otras ocasiones, se aprende de todas las relaciones y de todas se saca algo en limpio, independientemente de cómo te haya ido en ellas. Creo que tienes razón en que lo mejor es quedarse con la parte buena de esas experiencias y seguir adelante, enriquecido por lo que te han aportado aquellas personas con las que has tenido la suerte de coincidir.
Me hace mucha ilusión que te haya gustado tanto esta historia. Gracias de nuevo por la poesía que Bunbury nos regala en cada canción.
Un saludo!
Lo de buscar "ese regalo" en el último minuto... Es algo que me suena...
Incluso recurres a tus amigos y conocidos para ver si ellos saben donde se puede encontrar. Y si lo consigues UFFFFF!!! que alivio.
Pedir "humildad, paciencia, sencillez y modestia" después de una relación rota, a sabiendas de que eres el culpable, dice mucho de una persona...
Estoy de acuerdo con vosotros en que de todas las relaciones se tiene que sacar algo en limpio. Te ayudará a ser mejor en las siguientes...
La canción que estaba sonando en el reproductor de nuestro protagonista en el momento en que escucha la voz de su "ex sin apellido"
no era otra que: "I still haven´t found what I´m looking for" de U2.
(...)
"Tú rompiste los lazos
Tú soltaste las cadenas
Tú llevaste la cruz
Y mi vergüenza
Oh mi vergüenza
Tú sabes que yo creo en eso
Pero todavía no he encontrado
Lo que estoy buscando
Pero todavía no he encontrado
Lo que estoy buscando..."
Un saludo. ;);)
Pues la verdad es que esa canción le va a al pelo a la historia... Estoy seguro de que en su mp3 estaba sonando exactamente ésa cuando estaba en la juguetería.
No siempre es fácil extraer la parte positiva de una relación que se ha roto, sea por culpa de uno o del otro. Con el tiempo aprendes a quedarte con lo bueno, pero el dolor inicial no te permite analizar las cosas con la frialdad necesaria. Casi siempre es necesario que el paso de los meses nos otorgue la perspectiva necesaria para ver las cosas de otro modo.
Gracias por la canción y el comentario, amigo.
Un abrazo!
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