Alberto nunca había experimentado
una manera de despertarse tan poco habitual. Aquella mañana hacía frío, pero la
sensación térmica en su cuerpo era diferente, con todo ese calor atesorado bajo
el edredón. Decidió continuar protegido, acurrucándose en un lado de la cama
como un niño remoloneando para no ir a la escuela, sin querer adivinar siquiera
la hora que marcaba el reloj que día tras día le recordaba el inicio de la
jornada.
Un agradable olor a tostadas y
café recién hecho recorrió el pasillo desde la cocina alcanzando de lleno su
sentido olfatorio, haciéndole cambiar de opinión acerca de si en realidad
valdría la pena seguir en la cama. Con gran parte de su cuerpo todavía
entumecido por las horas de sueño, intentó abrir los ojos siendo consciente de un
dolor intenso que, desde el interior de su cabeza, solicitaba insistente un par
de aspirinas. La luz que se filtraba a través de una herida en el cortinaje
acertó a posar su claridad sobre la cara de aquel hombre adormilado, señal
inequívoca de que, en esa época invernal, la mañana le llevaba ya algunas horas
de ventaja. Estimulado tanto por el hambre como por la responsabilidad, decidió
por fin derrotar al monstruo de la pereza y, dándose media vuelta, se colocó
boca arriba en la cama y abrió los ojos.
La visión que obtuvo nada más
posar su mirada en el techo de aquel cuarto fue tan sorprendente como
inesperada: tras un par de segundos útiles para identificar una lámpara de
cristal sobre su cabeza, cayó en la cuenta de que no se encontraba en su casa.
Las dudas se disiparon tras frotarse los ojos y confirmar con un buen pellizco
que no seguía navegando por el mundo de los sueños. Un vistazo a su alrededor
acabó por confirmar las sospechas y sobresaltarlo de manera definitiva, pues no
acababa de entender qué demonios hacía tumbado en la cama de una habitación
desconocida, dentro de una casa extraña. Lo único cierto era que había pasado
la noche durmiendo sobre ese cómodo colchón, quién sabe si solo o acompañado,
algo carente de importancia en un momento en el que su prioridad era
reconstruir el viaje que le había llevado hasta allí.
Trató de averiguar algo más,
fijándose en los detalles destacados del entorno. Sobre la mesilla de noche, un
gran marco de fotos dominaba la escena con la imagen de una mujer en primer
plano, ante un bonito paisaje con el mar como acompañante. Tenía el pelo negro
y la mirada limpia y sensual, acompañada por una sonrisa que absorbía la
energía del entorno, haciendo difícil apartar los ojos de aquella fotografía.
Su rostro, suave y delicado, le resultó familiar por un instante, pero el
sonido de unos pasos que se acercaban disipó en su mente el recuerdo de aquella
belleza.
Al volver la cabeza hacia donde
procedía el sonido, no pudo reprimir una expresión de asombro al contemplar ante
él a la protagonista del retrato que acababa de ver. Allí estaba, vestida de manera elegante,
trayendo consigo una bandeja con todo lo necesario para disfrutar de un buen
desayuno. Su sonrisa iluminó la oscuridad de la habitación. Antes de que
pudiera reaccionar, depositó los alimentos sobre una pequeña mesa y se abalanzó
sobre él con la intención de abrazarlo, regalándole un beso para redondear esa
efusiva muestra de cariño que no fue capaz de esquivar. Cuando finalizó la inesperada
bienvenida, ella le tocó la frente con la palma de la mano y con gesto
preocupado comenzó a hablar:
—Cariño, creo que tienes un poco de fiebre. Ya me había advertido el
doctor de que podría existir algún efecto secundario tras la operación. Habló
de algo así como “hipertermia, cefaleas, somnolencia, desorientación…” También
comentó que, en caso de que apareciera alguno de estos síntomas, no nos preocupásemos; en 24 horas debería estar todo resuelto.
¿Síntomas? ¿Doctor? ¿Operación?
Alberto se encontraba cada vez más confuso y atemorizado. La cara reflejó su
estado de preocupación y la mujer frente a él percibió sus dudas y continuó con
su discurso:
—Ah, claro… la amnesia. Tu cirujano me advirtió de que no te acordarías
de nada, o sea que tendré que ponerte al día. Para empezar, estás en tu casa y
yo soy tu mujer. Espero que no te olvides de eso, cielo!
Con gran frialdad y parsimonia
ella siguió explicando que el día anterior habían acudido a esa clínica que
habían visto en un anuncio en el periódico. Él se había empeñado en operarse
con aquel neurocirujano tan afamado que aseguraba, tras una revolucionaria
cirugía cerebral, el borrado de la memoria y de los recuerdos del pasado en el
plazo de tiempo anterior solicitado por el paciente. Una mala racha, en la que
había sufrido la muerte de un familiar cercano, una infidelidad, un abuso de
sustancias tóxicas y hasta una enfermedad grave, le llevó a decidirse a pasar
por el quirófano. Ella hizo una pausa para encender un cigarrillo y volvió al
ataque, finalizando su monólogo:
—Por eso te han eliminado del cerebro todos tus recuerdos de este último
año. Es normal que no recuerdes ni siquiera cómo has llegado hasta aquí. Lo
importante ahora es que descanses y te recuperes...
Alberto no tuvo palabras para
responder ante tal aluvión informativo. Se recostó en la cama, presa de un
dolor de cabeza que no le permitía pensar de manera adecuada. Cerró los ojos e
intentó relajarse mientras pensaba que la ciencia le había concedido una
segunda oportunidad.
De pronto, un fogonazo en su
memoria trajo a su mente la imagen difusa y el recuerdo borroso de su esposa,
que había fallecido tres años atrás, víctima de un desgraciado accidente de
tráfico. Se incorporó de un salto, con el pulso acelerado, clavando su mirada
en aquella mujer extraña que permanecía sentada al borde de la cama. Ella
sonrió de un modo inquietante y, tras dirigirse hacia donde estaba la bandeja,
exclamó:
—Te he preparado café y se va a enfriar. Lo he hecho como a ti te gusta:
solo y con poco azúcar…
Extendió su brazo, delgado y
blanquecino, ofreciéndole una taza de café humeante. Él se sintió mareado y un
escalofrío recorrió su cuerpo; recordaba perfectamente que no le gustaba el
café y estaba seguro de que no había probado ninguno desde hacía muchos años.
Trató de calmarse y respiró hondo al tiempo que caía en la cuenta de que no
sabía cómo se llamaba la persona que tenía enfrente en aquel momento. Y
separándose un par de metros hacia atrás, dijo con tono serio:
—Mi amor, creo que tenemos que hablar…
4 comentarios al respecto...:
¡¡¡Me ha encantado este relato!!!... pero me ha dejado ganas de más. Me recuerda a esas novelas de intriga que me absorben totalmente, deseando que llegue la siguiente página para saber qué es lo que está pasando, buffffffff, ¿y nos vas a dejar así?.... que no está mi imaginación para darle rienda suelta, jaja.... es que ni tengo canción hoy, la intriga me ha borrado todo mi disco duro, jaja.
Para la canción adecuada estoy esperando que Lino se saque algo de la chistera. Seguro que encuentra alguna que le vaya como anillo al dedo al relato...
Me alegro mucho de que te haya gustado esta pequeña historia. En principio no la iba a escribir con este final tan abierto, pero en último término cambié de opinión. Permitidme dejar en el aire el otro desenlace; nunca se sabe lo que puede ocurrir en las próximas historias, jeje.
Muchas gracias y un beso!
Este relato, es como las series de TV, que para que te enganches a ellas te dejan con la intriga...(gracias jefe), con lo más interesante en el punto justo de incertidumbre.
Se tiene que haber sufrido mucho en la vida, como para desear borrarla de una manera tan drástica y que conlleva tanto riesgo...
No, no me lo creo...
Ella, es una maléfica agente secreta que, después de haberlo sometido a base de drogas de ultima generación ,se hace pasar por su mujer, y así lo mantiene controlado y vigilado, para que no revele datos mega-super importantes que él tiene guardados en su cerebro privilegiado de espía...(SEGURO)
La canción intrigante de este relato es : First Sleep, compuesta por Cliff Martinez, y que pertenece a la B.S.O. de la película SOLARIS.
Pues me gusta el enfoque que le has dado, colega. La verdad es que la historia puede salir por cualquier lado, porque el final está un poco abierto, pero tu aportación es verdaderamente interesante. Habrá que indagar más por ese camino...
Gracias, como siempre, por la música y el comentario. Un abrazo!
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