La puerta se ha vuelto a cerrar mientras se iba y mis ojos
se quedaban agarrados a su sonrisa. De nuevo sola, abandonada por las prisas y
la urgencia de otra vida que me gana día a día la partida. Huérfana de su
presencia, que lo llena todo a cada segundo, hasta el punto de hacerse difícil
respirar con él a mi lado. Ahogada en el silencio de estas cuatro paredes que
ya dudan si la compañía será humana o mineral, pues cada día que transcurre
dentro de la cárcel que tengo por casa torna más mi existencia en dura piedra.
Malhumorada hora tras hora, vomitando excusas vanas para justificar el sabor
del fracaso y revolviéndome ante lo miserable que se vuelve el tiempo que no
comparte conmigo.
Lo único cierto es que se ha ido, arrastrando consigo en su
salida toda la alegría que me transfunde simplemente con tocarme. Debe ser cosa
de la anemización consecuente, pero ahora que lo noto lejos, hasta creo que ha
mudado el color de las paredes. Da igual, una vez que su olor desaparece, cae en
picado mi autoestima y con ella toda intención de practicar cualquier actividad
que gaste más de una caloría. Tan sólo soy capaz de pensar… y hoy hasta eso me
cansa. Es bastante probable que lo que me queda de día lo pase incrustada en el
sofá, dejando transcurrir los minutos que faltan hasta volver a sumergirme en
sus caricias. Incluso no descarto hablar sola, para prometerle a esa silla que
me mira amenazante que mañana será distinto… y se quedará hasta más tarde. Es
tanta su influencia y tan maravillosa su forma de ser que hasta los muebles lo
echan de menos. Se nota que les falta su presencia.
Hoy he deseado más que nunca encontrarlo al doblar la
esquina de mi cama, tan vacía como un estadio de fútbol un lunes por la mañana.
La felicidad consiste únicamente en percatarse de que sigue ahí cuando los ojos
ya no obedecen tus órdenes y te vas al mundo de los sueños, con la convicción
de que su mano te podrá rescatar del monstruo más abominable. Sin embargo, lo
único que he conseguido es una almohada fría y triste y un vacío que pide a
gritos su cuerpo.
No importa; seguiré esperando su llegada, para que sus
palabras reparen las heridas de un corazón que apenas responde si no es ante
su voz. Esta vez las mentiras serán más amargas y su cuerpo guardará todavía el
olor del engaño. Quizás algún día me atreva a decirle que lo sé; que no soy la
única que oye sus jadeos y siente su boca. Quizás el día que deje de quererlo…
2 comentarios al respecto...:
Me gusta este relato porque ha conseguido que me "meta" en la piel de su protagonista.
Dolor, mucho dolor... tristeza, mucha tristeza hay dentro de su corazón.
AMARLO como lo AMA, sentir que no es capaz de abandonarlo, preferir "compartirlo" antes que claudicar ante lo evidente y palpable, tiene que resultar muy frustrante y descorazonador.
Por momentos pienso que no es justo AMAR tanto a alguien y no ser correspondido; pero es que los sentimientos y en particular el AMOR a veces cometen estas injusticias...
Mi canción para este relato es: "Lachrymosa" de Michael Hoppé.
http://www.youtube.com/watch?v=WAi0MX-tXBc
Enganche, se llama enganche, lo he vivido y doy fé, es horrible.
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