6 de enero de 2012

PARA RECORDAR

A. Rodin (1840-1917): "El beso" Museo Rodin. Paris
11:27h de la mañana. Sobresaltado por el zumbido de la alarma abrió los ojos, todavía tumbado boca abajo en la cama, con la sensación de haber dormido cien horas. Nada más despertarse, echó un vistazo desde su ventana a la calle que, a esa hora, rebosaba actividad y tráfico. Un día como cualquier otro en medio del frío invierno. Al menos eso parecía, aunque sabía con certeza que no sería así.
Se había levantado más tarde de lo habitual. Antes de abandonar el hotel, disfrutó de una cálida ducha y un desayuno saludable, que no hicieron otra cosa que reforzar su intención en esa mañana de vender simpatía y buen humor por el precio de una sonrisa. Mientras se colocaba la bufanda y ajustaba unos guantes del color de sus zapatos, sintonizó la emisora de la felicidad en el dial de sus sentimientos y se dispuso a disfrutar de una jornada que, según sus presagios, tenía pinta de convertirse en una fecha que recordaría durante mucho tiempo.
Tomó un taxi que lo llevaría al aeropuerto. Su vuelo llegaba con retraso, pero qué suponían tres horas más después de haber esperado casi un año para verla de nuevo. Durante el trayecto, con la música de U2 sonando de fondo en la radio, recordó cómo la había conocido, durante su último año en la facultad. Solían coincidir en la biblioteca que ambos frecuentaban para estudiar, aunque sus carreras universitarias no tuvieran nada que ver en absoluto. Tras un inicio dubitativo, muy alejado del sobrevalorado amor-a-simple-vista, se convirtieron en imprescindibles el uno para el otro. Así como el día y la noche, la luz y la oscuridad se necesitan para definirse y existir como tal, ellos no podían definirse ni existir sin su complemento. Y recordó una frase que solía decirle y que, a base de repetirla, pervivió en su mente durante mucho tiempo: que ella le había robado su corazón y lo había encerrado en una habitación llena de sonrisas, para después tirar la llave en el océano de su mirada. Habían pasado ya cinco años, pero hoy revivía de nuevo esa sensación del amor fresco e inocente que se experimenta en los primeros meses de una relación, con una mueca de felicidad pintada en la cara.
Descendió del coche y sintió en la cara el calorcillo de ese tímido sol de invierno que pide permiso a las nubes para desperezarse. Antes de acceder a la terminal de llegadas, miró impaciente el reloj. Cada vez quedaba menos para celebrar la Fiesta Nacional en su casa, porque ella llegaría para iluminar esa tarde de Enero con su sonrisa, para dejar que la abrazase y por un momento sentir que había ganado la batalla a la soledad, para colorear un tiempo que sin ella solo aparecía en blanco y negro, para… El anuncio de la llegada del vuelo aceleró su corazón y tuvo que respirar hondo para calmar al manojo de nervios en el que, por momentos, se estaba convirtiendo.
El tiempo se ralentizó de manera insoportable hasta que ella apareció tras la puerta de la zona de equipajes, buscándolo entre la muchedumbre nerviosa que se arremolinaba a la espera de sus seres queridos. Al verla, comprendió de inmediato el motivo por el que habían valido la pena esos once meses de espera, los días de aburrimiento, las horas pensando en su manera de ser, dulce y atractiva y bastantes segundos de desesperación y frustrante soledad.
Se fundieron en un abrazo y un beso cuya onda expansiva hubiera podido hacer temblar los cristales del edificio. No hicieron falta palabras; con sus respectivas miradas, una caricia desprendida de una mano temblorosa y como respuesta, la cabeza inclinada sobre su hombro,  estaba todo dicho.   

1 comentarios al respecto...:

Unknown dijo...

Que sensaciones mas intensas se viven cuando vas a ver a alguien con la que tienes un lazo AMOROSO/afectivo después de que haya pasado un tiempo.

Me pongo en la piel del protagonista de este relato y puedo asegurar que yo estaría como un flan chino.(Bueno... es que son más blandengues que los normales).

La ilusión, la emoción, la incertidumbre de como será el reencuentro... Sensaciones todas ellas, que hacen que te sientas muy vivo y por que no decirlo, afortunado de poder vivirlas. Al menos a mi me lo parece ya que creo que son sentimientos que forman parte de la esencia de nuestra vida.

La canción de U2 que sonaba en el trayecto hacia el aeropuerto era: "All I Want is You", mi canción para este relato.


http://www.youtube.com/watch?v=AHkXm3b7pEM

Un saludo.

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