10 de enero de 2012

ME RINDO

No puedo finalizar. Estoy exhausto. Nunca habría deseado alcanzar la meta en esta carrera de nuestra vida en común, pero tú me has llevado por el único camino que conducía a ella. Una maratón de desidia, sinsabores y desamor que ha consumido todas mis reservas de glucógeno sentimental, hasta el punto de que ya no me queda energía para un simple “te quiero” y una caricia se convierte en un esfuerzo sobrehumano.
Al principio comencé en buena forma. Poseía un estado físico adecuado para la distancia, forjado con la experiencia de alguna relación previa que entrenó mis emociones y fortaleció mi autoestima. También estaba preparado desde el punto de vista psicológico, pues había aprendido de nuevo a sonreír y dominaba la técnica de carrera en compañía, tanto en cortas como en largas distancias. Por eso decidí correr a tu lado, sin importarme la marca a batir ni el ritmo que fueras a imponer, convencido de poder afrontar el reto.
En los primeros meses, mi cadencia se acompasaba con la tuya y los kilómetros avanzaban con facilidad. Nuestra frecuencia cardiaca era algo elevada, aunque no había motivo por el que preocuparse. Pero tu cambio de ritmo me pilló con el pie cambiado: comenzaste a esconder tus besos y a regatear atenciones, de manera que me fui quedando rezagado y la distancia entre ambos se fue incrementando con el paso de los días. De hecho, llegados al primer avituallamiento, mi necesidad de líquido y de cariño era anormalmente elevada. Y mi organismo sufrió ese déficit: ya cansado de tus silencios y con agujetas en mi deseo hacia ti, las piernas no me respondían y un simple día sin hablarnos se hacía tan duro como una cuesta arriba. No había transcurrido ni la mitad de la prueba y tu silueta se difuminaba, cada vez más alejada de mi posición, que ya no compartías ni a la hora de irnos a la cama.
Desde ese momento hasta hoy todo han sido obstáculos en la pista; tú has seguido veloz, sin mirar atrás, imponiendo un ritmo demasiado elevado para mi umbral aeróbico. Mi corazón se ha perdido tratando de progresar hacia tu incomprensión y he olvidado ese afán competitivo de pelear por alcanzarte en cada zancada. Por eso vislumbro, agotado, la pancarta que señala el final de esta competición, en la que has conseguido la medalla de oro al egoísmo.
Al igual que en el deporte, contigo siempre creí que "lo importante era participar". Participar en tu vida, ser protagonista de tu pasión y objetivo de tu mirada. Pero me has ganado, llevándote como trofeo un parte de mi alma. Ya no quiero formar parte de tus victorias.   

6 comentarios al respecto...:

Amando Carabias dijo...

Qué bien conozco esta sensación. Has descrito con precisión milimétrica una serie de años de mi vida que sólo existen en mis pesadillas y en este texto.

MIGUEL DÍAZ dijo...

Hay acontecimientos y épocas en la vida de una persona en las que más valdría tener algún instrumento para borrarlas de un plumazo. el problema es cómo borrar una serie de recuerdos y vivencias que siguen ahí martilleando el subconsciente.
Gracias por tu apreciación, Armando. siempre es un placer encontrarte en este lugar

Anónimo dijo...

Pues en la vida y en la relaciones todo son etapas... etapas buenas y etapas no tan buenas. A veces las relaciones suben, bajan, se mantienen.... otras veces cada uno toma caminos divergentes y lo mejor es dejarse llevar y dejarse ir. Ya vendrán tiempos mejores... y borrarlas... no, para nada, todo es una experiencia y un aprendizaje. De todo se saca una parte buena y con todas las vivencias, por malas que sean, se crece y se mejora.

MIGUEL DÍAZ dijo...

Es verdad; no todas las relaciones, experiencias y sucesos de nuestras vidas pueden ser beneficiosas y fantásticas. Creo que precisamente de ESO va la vida: de golpearte, levantarte, volver a caer y así sucesivamente. Eso no quita el hecho de querer "olvidarte" un poquito de los malos momentos, aunque no se puedan borrar y hayan supuesto una experiencia. Una tecla "esc" en el cerebro de vez en cuando no estaría nada mal.
Gracias por tu comentario!!

Unknown dijo...

Creo que la decisión de nuestro protagonista aunque dolorosa, es la correcta.

Cuando te das cuenta de que en una relación sólo eres tú el que demuestra verdadero interés por mantenerla viva, hay que tener la valentía y el coraje necesario para decir "este es el FIN".

Tu dolor por la ruptura con el tiempo se convertirá primero, en satisfacción por haber sido capaz de tomar esa difícil decisión y segundo, te abrirá las puertas a otra relación que merezca más la pena...

"FIN" de Mélanie Laurent es mi canción para este relato.

www.youtube.com/watch?v=NPekAMNC2PI



MIGUEL DÍAZ dijo...

Decisión y contundencia: eso es lo que me inspira tu comentario. Hay que tener las cosas muy claras para ser capaz de seguir adelante y optar por tomar ese tipo de caminos, pero creo que a veces se necesita pasar página... o incluso cambiar de libro.

Un saludo y un abrazo

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