No
puedo. De verdad, lo intento, pero al final acabo rindiéndome a la
más absoluta de las evidencias. Me prometo a mí mismo: “Olvídalo,
es imposible. Deja de molestar con tus patrañas y tus sentimientos inventados...” Y es cierto que, en parte, lo consigo. Pero
basta con que te vuelva a ver, para sentirme atrapado entre cadenas
invisibles y mordazas transparentes, que no me permiten ser yo mismo.
Porque eres una luna que me avasalla con su influjo, afectando a las
mareas de mis pensamientos y eclipsando mi sensatez con tu mirada.
No,
no puede ser. Seguro que ni te planteas todos estos trastornos que
tú solita induces en mi anatomía. Reconozco que cada vez lo llevo
peor, porque me mata mi propia conciencia cuando me abofetea,
recordándomelo: "Joder, es que esa mirada te delata a la
legua. Se daría cuenta hasta un ciego!" Y lo cierto es que
no puedo esconder algo tan obvio. Cuanto más intento normalizar mi
comportamiento, es cuando peor respondo ante la abrumadora
adversidad de tus ojos. Ni siquiera soy capaz de mantener el hilo de
la conversación, haciendo denodados esfuerzos para no perderme todo
lo que me dices, a pesar de que mi cabeza se encuentra en una
nebulosa, con el sonido de tu voz de fondo, a mil kilómetros de
distancia.
Solo
quiero que sepas que hoy ha vuelto a suceder. No es nada especial:
sucede casi a diario, porque mi cabeza retiene la foto de cada
encuentro, fortuito y fugaz. Con un vestido amarillo largo, con otro
diferente con flores, o con el negro más largo; con el pelo
recogido hacia arriba derrochando sensualidad y belleza, con el pelo
suelto resbalando sobre tus hombros... Mil estampas de una misma
situación, que retengo como pequeños tesoros que vuelven a mi
mente una y otra vez. Insisto: imagino que no eres consciente, pero
ocurre. Y lo que peor llevo es que no soy capaz de hacer nada para
impedir que acontezca. Te veo, da igual si de cerca o de lejos,
porque la atracción no depende de la distancia que se extienda
hasta tu cuerpo, y mi sistema nervioso entra en "modo alarma"
DEFCON 4, con todas sus funciones cercanas al colapso. Entonces, de
la manera más esperada pero siempre inesperada, esbozas una sonrisa
que estalla contra mi pecho, destrozando con su onda expansiva mis,
ya de por sí, exiguas defensas. Y me rindo a tu mirada, al tiempo
que me saludas, casi siempre con dos besos que me saben a dulzura, a
regalo y a optimismo.
No
quiero permitirlo, pero la situación acaba por ganar la batalla.
Eso es lo que sucede: rendido a ti, intentando que no se me note
demasiado el temblor que me recorre, impidiéndome manejar con
certeza mis funciones motoras superiores. Intentando vencer la
fuerza que me llevaría a abalanzarme en tus brazos, para no querer
soltarme en las dos horas siguientes. Intentando liberarme del
hipnotizante sonido de tu voz y de tu acento, y enredándome cada
vez más entre los rizos de tu melena. En definitiva, sintiéndome
un monigote que claudica ante tanta belleza, esclavo de una
atracción que me aturde, a la vez que descompone mi frágil
equilibrio emocional.
Pero
hoy era un día tranquilo, uno más entre la irritante
superficialidad que rodea una existencia a la que ya no me ha
quedado más remedio que acostumbrarme. Y apareces, acompañada por
ese aura de atracción que te rodea, y pones patas arriba mi rutina,
arrancándome una sonrisa en donde antes no había más que
escepticismo. Entonces, necesito desviar mi mirada, evitando tu
cara, porque me queman esas dos pupilas, mientras me cuentas algo
que no soy capaz de procesar. Y no pienso, no respiro, pretendiendo
que el tiempo se pare en ese momento para quedarme a solas contigo
para siempre.
Nada
más y nada menos, en un instante que pasa desapercibido, pero que
deja una impronta difícil de borrar. Todo esto es lo que cabe en un
paquete de galletas...
6 comentarios al respecto...:
De estas galletas en la tienda!!!!Será q habla de una mujer?? Tuve miedo q al final dijera...es cirujana...
Ojalá hubiera de estas galletas en la tienda!
Por supuesto, habla de una mujer. Pero es tan maravillosa que, por una vez, da igual que sea cirujana, anestesista o abogada. El sentimiento no cambia...
Gracias por el comentario.
Un saludo!
También se podría pensar eso de un hombre y lo peor es que yo si lo pienso de un cirujano... y encima de los egocéntricos debo de ser masoquista...
Por supuesto, es también válido para un hombre. Y no importa su profesión; ese sentimiento es universal.
Gracias por el comentario.
Un saludo!
Bello sentimiento
Echo de menos sus relatos con tan interesante prosa... Cada vez se prodiga menos.
En cuanto a las galletas, espero no estar en la mesa de operaciones mientras se "come" una.
Muchas gracias! Reconozco que el blog está un poco abandonado. Mis esfuerzos ahora se centran en mi cuenta de Twitter.
El quirófano no es un buen lugar para comer... aunque sean las galletas más ricas.
Un saludo!
Publicar un comentario