3 de agosto de 2016

GALLETAS


No puedo. De verdad, lo intento, pero al final acabo rindiéndome a la más absoluta de las evidencias. Me prometo a mí mismo: “Olvídalo, es imposible. Deja de molestar con tus patrañas y tus sentimientos inventados...” Y es cierto que, en parte, lo consigo. Pero basta con que te vuelva a ver, para sentirme atrapado entre cadenas invisibles y mordazas transparentes, que no me permiten ser yo mismo. Porque eres una luna que me avasalla con su influjo, afectando a las mareas de mis pensamientos y eclipsando mi sensatez con tu mirada.

No, no puede ser. Seguro que ni te planteas todos estos trastornos que tú solita induces en mi anatomía. Reconozco que cada vez lo llevo peor, porque me mata mi propia conciencia cuando me abofetea, recordándomelo: "Joder, es que esa mirada te delata a la legua. Se daría cuenta hasta un ciego!" Y lo cierto es que no puedo esconder algo tan obvio. Cuanto más intento normalizar mi comportamiento, es cuando peor respondo ante la abrumadora adversidad de tus ojos. Ni siquiera soy capaz de mantener el hilo de la conversación, haciendo denodados esfuerzos para no perderme todo lo que me dices, a pesar de que mi cabeza se encuentra en una nebulosa, con el sonido de tu voz de fondo, a mil kilómetros de distancia.

Solo quiero que sepas que hoy ha vuelto a suceder. No es nada especial: sucede casi a diario, porque mi cabeza retiene la foto de cada encuentro, fortuito y fugaz. Con un vestido amarillo largo, con otro diferente con flores, o con el negro más largo; con el pelo recogido hacia arriba derrochando sensualidad y belleza, con el pelo suelto resbalando sobre tus hombros... Mil estampas de una misma situación, que retengo como pequeños tesoros que vuelven a mi mente una y otra vez. Insisto: imagino que no eres consciente, pero ocurre. Y lo que peor llevo es que no soy capaz de hacer nada para impedir que acontezca. Te veo, da igual si de cerca o de lejos, porque la atracción no depende de la distancia que se extienda hasta tu cuerpo, y mi sistema nervioso entra en "modo alarma" DEFCON 4, con todas sus funciones cercanas al colapso. Entonces, de la manera más esperada pero siempre inesperada, esbozas una sonrisa que estalla contra mi pecho, destrozando con su onda expansiva mis, ya de por sí, exiguas defensas. Y me rindo a tu mirada, al tiempo que me saludas, casi siempre con dos besos que me saben a dulzura, a regalo y a optimismo.

No quiero permitirlo, pero la situación acaba por ganar la batalla. Eso es lo que sucede: rendido a ti, intentando que no se me note demasiado el temblor que me recorre, impidiéndome manejar con certeza mis funciones motoras superiores. Intentando vencer la fuerza que me llevaría a abalanzarme en tus brazos, para no querer soltarme en las dos horas siguientes. Intentando liberarme del hipnotizante sonido de tu voz y de tu acento, y enredándome cada vez más entre los rizos de tu melena. En definitiva, sintiéndome un monigote que claudica ante tanta belleza, esclavo de una atracción que me aturde, a la vez que descompone mi frágil equilibrio emocional.

Pero hoy era un día tranquilo, uno más entre la irritante superficialidad que rodea una existencia a la que ya no me ha quedado más remedio que acostumbrarme. Y apareces, acompañada por ese aura de atracción que te rodea, y pones patas arriba mi rutina, arrancándome una sonrisa en donde antes no había más que escepticismo. Entonces, necesito desviar mi mirada, evitando tu cara, porque me queman esas dos pupilas, mientras me cuentas algo que no soy capaz de procesar. Y no pienso, no respiro, pretendiendo que el tiempo se pare en ese momento para quedarme a solas contigo para siempre.

Nada más y nada menos, en un instante que pasa desapercibido, pero que deja una impronta difícil de borrar. Todo esto es lo que cabe en un paquete de galletas...


6 comentarios al respecto...:

dra. sístole dijo...

De estas galletas en la tienda!!!!Será q habla de una mujer?? Tuve miedo q al final dijera...es cirujana...

MIGUEL DÍAZ dijo...

Ojalá hubiera de estas galletas en la tienda!
Por supuesto, habla de una mujer. Pero es tan maravillosa que, por una vez, da igual que sea cirujana, anestesista o abogada. El sentimiento no cambia...
Gracias por el comentario.
Un saludo!

edamal dijo...

También se podría pensar eso de un hombre y lo peor es que yo si lo pienso de un cirujano... y encima de los egocéntricos debo de ser masoquista...

MIGUEL DÍAZ dijo...

Por supuesto, es también válido para un hombre. Y no importa su profesión; ese sentimiento es universal.
Gracias por el comentario.
Un saludo!

Anónimo dijo...

Bello sentimiento
Echo de menos sus relatos con tan interesante prosa... Cada vez se prodiga menos.
En cuanto a las galletas, espero no estar en la mesa de operaciones mientras se "come" una.

MIGUEL DÍAZ dijo...

Muchas gracias! Reconozco que el blog está un poco abandonado. Mis esfuerzos ahora se centran en mi cuenta de Twitter.
El quirófano no es un buen lugar para comer... aunque sean las galletas más ricas.
Un saludo!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...