LUNES, 6:45 AM. El
despertador asusta a mi inconsciencia en el mejor momento del sueño. No puede
ser!! La noche se me ha escurrido entre el cansancio y la tormenta que, para
mayor desgracia, sigue amenazando a la ciudad y a los cristales de mi terraza.
El día promete… Basta un minuto más para
comprobar que ayer me olvidé de comprar la bombona de butano. ¿Ducha en agua
congelada? Mi día mejora por momentos…
7:45 AM. Saliendo del
garaje, con los ojos aún entreabiertos, sin saber si es de día o de noche y el
resto del cuerpo confirmando que continúo en ese sueño en el que tú me
abrazabas. Efecto secundario del clima: el tráfico se prolonga hasta el
infinito y siempre tienes la impresión de que eres el último en una fila interminable.
Hoy también aparco a varias millas de distancia… Qué raro!
8:30 AM. El frío
escarcha mis reacciones y me congela hasta los pendientes. No funciona la
calefacción del coche. Mataría al que pasa por mi lado con mirada desafiante y
amenaza con rozar mi espejo retrovisor. No está el horno para bollos…
9:00 AM. Tras un
desayuno tan poco apetecible que mejor habría sido que se hubiera quedado en
“ayuno” (sin el “des”) el plan es desarrollar una estrategia para hablar
contigo esta mañana. Con el día que llevo y no son ni las diez. Algo se tuerce
seguro.
10:30 AM. Ya te echo de
menos.
10:35 AM. Me aíslo de
todo lo insustancial y externo para comunicarnos, aunque sea por teléfono.
Parece que la mañana nos ha dado un respiro. Suenas a limpio, a despejado, a
alegría. Ahora es cuando noto que comienzo a despertar.
12:30 PM. Descanso para
intoxicarme un poco más con ese cigarro laboral que tan bien sienta, aunque
tenga que pagar el peaje de fumarlo a la intemperie... El corazón hace tiempo
que lo tengo envenenado por todas esas palabras de cariño y todos los días
pasados a tu lado.
4:45 PM. Vuelta a casa.
Gran decepción. Salvo esa llamada hoy los dioses no han tenido a bien cruzar
nuestros caminos. Cabreo galáctico. No me apetece ni comer.
5:30 PM. Lo dicho.
Picoteo para engañar al estómago. Tampoco me viene mal. Quiero verte y
acariciar unos labios que me conquistaron desde que se apoyaron en los míos.
Siempre te he dicho que tuve “buenas sensaciones” y siempre confié en tu
potencial… No me has defraudado.
7:30 PM. Después de una
intermitente siesta, compras de rutina para intentar arreglar lo que ya no se
puede. Ni siquiera eso me quita tu imagen de la cabeza. Al revés; te he
comprado algo que seguro te gustará.
9:15 PM. Cena con algo
más de hambre. Hambre de ti y de tu compañía cocinando conmigo. Me consuela
pensar que tú también me echarás de menos hasta que volvamos a vernos.
10:30 PM. Bostezo de
aburrimiento. El programa de la tele me recuerda que mañana te tengo que contar
algo que se me ha olvidado decirte hoy. Qué raro!
11:20 PM. Apago la luz. La
cama está helada. No veo nada en la oscuridad y me imagino tu sonrisa. Al final
el día siempre es fantástico porque, cuando apago la luz, estás ahí brillando
para mí. No quiero que cambies nunca.
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